“Ser o no ser” He ahí el dilema de los Abogados en los tiempos de Pandemia

Dentro la formación académica del profesional del derecho, concretamente la venezolana, se forman sobre la base de unos programas cargados de muchos conocimientos teóricos relacionados con la ciencia del Derecho. Son muchas materias las que, a lo largo de la carrera, se deben estudiar y aprobar a los efectos de hacerse acreedor al título correspondiente y que es, a diferencia del trato que se nos otorga por obra de la costumbre, el de Abogado. A ello se dedican largas horas de estudio, de análisis, de discusiones con compañeros; son muchas las noches en que se duerme poco; son muchas las frustraciones que se tienen y no pocos los momentos de orgullo, de satisfacción y de alegría que se viven, siendo la mayor de ellas cuando se termina y se llega al culmen de todo como lo es el acto de graduación.

Son muy pocos, por no decir ninguno, los que durante esta etapa de formación piensan o se anticipan a lo que va a ser el desempeño profesional; cómo lo van a hacer; con quién lo van hacer; cuál puede ser la mejor forma de iniciar la larga caminata del ejercicio profesional, si es que van a ejercerla. Por supuesto, hay quienes que por ser familiares de abogados o laborar en una oficina o institución pública en el área del derecho, piensan que no van a tener ese problema, otros lo más que piensan o aspiran es a obtener el título para luego buscar un cargo en una de esas oficinas o dependencias públicas y así asegurar una estabilidad hasta el momento de la jubilación. Muchos ni siquiera se forman para ejercer la profesión, sino como una especie de complemento de una profesión u oficio anterior.

Con este panorama se puede concluir que los que quedan son los mayores prospectos para ejercer la profesión de una manera libre y sometidos a los vaivenes que el alea de tal circunstancia conlleva, pudiendo encontrarse en esos primeros pasos con situaciones bastante difíciles y complicadas, tanto desde el punto de vista personal (económica) como desde el punto de vista del o de los casos o situaciones para los que requieran su servicio. Es a partir de este momento que el carácter, la formación y el temple van a comenzar a ser sometidos a prueba con las presiones y las urgencias del caso bajo su responsabilidad.

Ahora bien, salvo contadas excepciones, estos retos, estos primeros pasos que se dan en el ejercicio de esta profesión, se dan en solitario, sin una leve idea o visión de actuar en conjunto con otros compañeros, lo cual por supuesto puede tener explicaciones de muchos tipos, basadas en la desconfianza, en la necesidad, en la autosuficiencia y hasta en la falta de formación sobre aspectos importantes como el liderazgo y el trabajo en equipo. La universidad, lamentablemente, no imparte conocimientos en este sentido, solo se dedica a formar al abogado en lo relacionado con el Derecho.

La sociedad actual se encuentra inmersa en una nueva revolución, la de la informática y de la información, lo cual le imprime un dinamismo a la sociedad que casi nadie, salvo los visionarios y soñadores propios de historietas como Dick Tracy, pudieron anticipar. Ya la formación de un profesional no debería estar enmarcada en los estrictos cánones de una profesión (las materias), sino que deben tomarse en cuenta estos otros aspectos que permitan al futuro profesional salir y enfrentar los retos que se le puedan presentar. Aquel que tenga estos conocimientos en estas áreas o se preocupe por adquirirlos, y lo más importante, entienda que los debe integrar a su ámbito de labor diaria, son los que irán un paso adelante respecto de otros.

Lamentablemente, el manejar, mucho menos dominar, todos estos conocimientos no le es dable a una sola persona. El abogado solitario, o como a veces me atrevo a llamarlo “Llanero Solitario”, que podía cumplir a cabalidad con sus funciones estando en un pequeño espacio (oficina), con solo un auxiliar, o tal vez dos, que se encargaran de la transcripción (tipeo) de los documentos y de hacer diligencias fuera de la oficina, ha pasado a la historia.

La dinámica y la velocidad con que ahora se desarrollan los acontecimientos, los adelantos tecnológicos que permiten que un hecho sea conocido en todo el mundo en cuestión de segundos, a lo cual no escapa el derecho en sus múltiples manifestaciones y aplicaciones ha conllevado y está exigiendo que el abogado deje a un lado todo pensamiento o concepción de que puede hacerlo todo, saber todo, estar pendiente de todo y cumplir con todo, solo.
La labor del abogado no escapa a esta realidad, no escapa a la realidad de que ya los problemas no pueden ser enfrentados o atacados con una visión simple, sino que los mismos deben abordados con una visión más holística, más amplia, de conjunto, de grupo, de equipo, que permita analizarlo con más integridad y totalidad.

Son muchos los ejemplos de oficinas, despachos, bufetes, escritorios o firmas que han comenzado siendo solo un sueño, una aspiración un proyecto, unos con visiones de actuar en conjunto, otras con visión de actuar o llevar a cabo la actividad del derecho como empresas, con una organización y un liderazgo que los ha llevado a ser puntos de referencia, sin mencionar que han aglomerado a muchos clientes que han confiado en la forma de trabajo que se les brinda.

Hoy, por razones más que conocidas, Venezuela atraviesa una crisis que abarca no solo lo político, sino también lo social y lo económico, sazonado desde marzo de este año por la emergencia sanitaria derivada de la pandemia del COVID-19. El abogado no ha escapado, incluso, podría decirse que es uno de los sectores que más le ha pegado, acentuado con la paralización casi absoluta en el servicio de la administración de justicia.

Son muchas las críticas, los cuestionamientos que podemos hacer; los análisis y los estudios están proliferando, sin mencionar las predicciones, buenas y malas, de lo que viene: UN CAMBIO RADICAL en la forma de vida de toda la humanidad, un llamado a la conciencia y a la consideración de muchos aspectos de la vida que se han dejado de lado, y en relación con nosotros UN CAMBIO AUN MAS RADICAL en la manera de ejercer la profesión de la Abogacía, del Derecho, y que abarcará a todos los ámbitos, desde los mismos órganos prestadores de servicio hasta los mismos abogados (Bufetes, Despachos, Escritorios), sin dejar de lado a los interesados o destinatarios de toda la actividad a que nos dedicamos.